“¿Cuál es tu mayor defecto?”
Si le preguntáramos a un reclutador de RH cuántas veces le han respondido a la pregunta “¿Cuál es tu mayor defecto?” con la afirmación “ser perfeccionista” pensando que no es un defecto en sí, sino una virtud, nos sorprendería lo poco original que podemos llegar a ser, más allá del grado de originalidad, es alarmante lo que se esconde detrás de esta creencia socialmente aceptada y extendida.
Ideologia Social
Y es que, según el psicólogo Thomas Curran, el perfeccionismo se ha intensificado en las últimas décadas en un 30% como una ideología en la que se persigue la búsqueda de la perfección en cuerpo, mente y profesión. este deseo de perfección conlleva a un desgaste físico y emocional considerable con altos niveles de estrés, agotamiento y ansiedad, llegando a afectar la productividad e, incluso, la salud.
Tres tipo de perfeccionismo
Currant y Hill desarrollaron e implementaron en 40,000 estudiantes universitarios estadounidenses, canadienses y británicos una prueba llamada “Escala multidimensional de perfeccionismo” que mide cómo se lucha por la perfección y los resultados mostraron tres tipos de perfeccionismo:
- El orientado a uno mismo bajo expectativas poco realistas y castigos personales, proporcionando a la perfección una importancia desmedida.
- El socialmente prescrito por un entorno social excesivamente exigente que provoca en el individuo la búsqueda constante de aprobación y validación externa a través de la perfección.
- El orientado a los demás, donde el individuo impone expectativas poco realistas a los demás evaluándolos de forma crítica.
La perfección puede ser perjudicial
Socialmente, se considera que las personas perfeccionistas son dedicadas, enfocadas y de alto desempeño. Estudios recientes han determinado que el perfeccionismo no incrementa la productividad laboral o la excelencia académica sino que la perjudica. La excelencia en los resultados es un objetivo bastante irreal que acaba afectando la autoestima y sabotea la motivación con altos niveles de frustración.
Temor a la equivocación
El temor a equivocarse y a no entregar un producto satisfactorio para sus altas expectativas conlleva a no dar los resultados esperados. No concretar, no cumplir con fechas de entrega y no ser capaz de generar un resultado final es un costo muy alto para cualquier empresa. Así, entregar algo concreto en los plazos disponibles, aunque sea mejorable, siempre será mejor que una promesa de perfección.
Impulso saludable
Sin embargo, no se trata de cultivar la indiferencia y el hacer las cosas de cualquier forma sino de darle la vuelta a la óptica con la que observamos el concepto de perfección. La clave es cómo podemos convertir este perfeccionismo enfermizo que nos obstaculiza en uno saludable que nos impulse.
Actitud humilde y de mejora continua
Lo primero que debemos hacer es abandonar el orgullo, el ego y la soberbia de proyectar una imagen impecable de veneración y sustituirlo por una actitud humilde donde aceptamos la mejora continua, reconocemos los límites propios y nos presentamos al mundo dando el mejor esfuerzo y reconociendo que aún tenemos que aprender.
Ejecución inteligente
Así, no perseguimos un destino final perfecto, sino que transitamos el camino hacia la mejora y la ejecución inteligente del trabajo aprendiendo a lidiar con las limitaciones y entregando el mejor resultado posible con cuidado, dedicación y atención al detalle siendo flexibles, creativos y fortaleciendo la autoestima y la motivación.