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Ruta de la seda principal conexión

La antigua ruta de la seda inició alrededor del siglo I a.C. con Alejandro Magno y fue la principal conexión entre Oriente y Occidente hasta el siglo XV, como puente del intercambio económico, cultural, científico y social entre Europa y Asia. Seis siglos después de su erradicación por los otomanos, China vuelve a retomar el viejo esplendor imperial y a abrir su propio camino de intercambio con occidente a través de un ambicioso megaproyecto llamado oficialmente: Yīdài yīlù (Una franja, una ruta) o en inglés Belt and Road Initiative (La Iniciativa de la Franja y la Ruta).

Banco Asiatico

Este megaproyecto arrancó en 2013 y se ha convertido en el emblema del gobierno del presidente chino Xi Jinping, del cual Argentina ha sido el último país en incorporarse a los ya más de cien países de África, Europa, Medio Oriente y América Latina. El proyecto pretende impulsar corredores económicos, políticos y sociales entre los países adheridos a través de acuerdos de financiamiento y fuertes inversiones en infraestructura y logística coordinados por el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras para las economías emergentes y en desarrollo. Incluye una vía férrea que recorre más de 11 mil kilómetros y lleva mercancías desde China a Europa en sólo 18 días, la red panasiática y trenes de alta velocidad o la futura red de transportes de África Oriental, también contempla carreteras, oleoductos, puertos como el de Gwadar, en el Mar Arábigo, que le proporciona una salida a China al mar evitando el conflictivo estrecho de Malaca, así como zonas industriales y nuevas rutas marítimas.

Acuerdos de cooperación

En concreto, son 145 países (el 40% del PBI global) los que han firmado el Memorándum de Entendimiento para adherirse: 44 naciones de África (81% del continente), 42 de Asia (93%), 29 de Europa (61%), 20 de América Latina y el Caribe (59%) y 10 de Oceanía (62 %). En todos estos países, China firmó acuerdos de cooperación en materia económica, sanitaria, cultural, digital, medioambiental, entre otras áreas.

Partidarios y detractores

Este proyecto colosal tiene partidarios y detractores que señalan entre los posibles riesgos el aumento exacerbado de la influencia geopolítica y estratégica de China así como un fuerte endeudamiento en países vulnerables, los especialistas señalan la “trampa de la deuda” como una amenaza que los hará aún más vulnerables, dependientes y pobres con un padecimiento de deuda crónica, materializada en una nueva forma de colonialismo bancario. Sin embargo, este aspecto no es el único que preocupa a la comunidad internacional sino también los problemas de corrupción, la falta de transparencia, el deterioro del medio ambiente, la transgresión de las normas comerciales o el irrespeto a los derechos humanos forman parte de las sombras de la nueva ruta de la seda.

Riesgo a la continuidad del proyecto

A todo lo anterior, se suma la pandemia del coronavirus que ha venido a poner en serio riesgo la continuidad de la iniciativa, pues los países en deuda no pueden afrontar los pagos por la precaria situación de su economía tras el duro golpe que ha representado la pandemia unido a la propia crisis económica que enfrenta China. Según la consultora RWR Advisor, desde el comienzo de la iniciativa, China ha prestado $461.000 millones de dólares estadounidenses a naciones participantes, la mayoría de ellas en África y casi todas consideradas deudoras de alto riesgo. La situación parece crítica para que China pueda justificar el dinero invertido en el megaproyecto, sin duda, la pandemia ha significado un punto de inflexión y replanteamiento de la nueva ruta de la seda pero no parece que sea el final del sueño asiático.

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